®Todos los derechos reservados. Autor del documento: Arturo Ponce de León para Psicogeometría México. Colaboración: Ninón Fregoso.Se autoriza la reproducción del material contenido en este sitio siempre y cuando se cite la fuente y se respete la integridad del texto.
Extracto del libro "El Poder de la Vida en la Geometría Sagrada y la Arquitetura Biológica de Arturo Ponce de León y Ninón Fregoso" Adquierelo aquí
El ADN se expresa a través de ondas solitónicas, ondas que pueden almacenar información durante mucho tiempo y que son capaces de propagarse, sin deformarse, a grandes distancias en medios no lineales. Cuando hablamos de información, pensemos que a diario las ondas de radio y televisión trasladan información de un lado a otro. Pero para hacernos una idea de la capacidad de las ondas solitónicas, Thierry Georges, investigador francés, combinó en 1988 ondas solitónicas de diferentes longitudes para realizar una transmisión superior a un terabit por segundo (1,000,000,000,000 bits / segundo).
1er nivel - doble hélice >
Las consecuencias de todo esto son tan incomprensibles como simples y lógicas: si uno modula un láser con una determinada frecuencia, puede afectar con ella la información de las ondas del ADN y así la información genética en sí misma. Para ello, el ADN funciona como una antena cuyas características técnicas vienen determinadas por su tamaño. La molécula extendida tiene alrededor de dos metros de longitud y una frecuencia natural de 150 megahertzios. Este es un dato interesante, pues esta frecuencia está exactamente en la banda utilizada por el radar humano para las telecomunicaciones e ingeniería de microondas. Es decir, que usamos (¿peligrosamente?) el mismo rango exacto de frecuencia para recibir y emitir señales a nivel de ADN que en la tecnología.
< 2do nivel - partícula nuclear
Además, el ADN al igual que la luz visible puede también almacenar ondas armónicas de 150 megahertzios. Si duplicamos veintidós veces la frecuencia de 150 megahertzios, queda directamente en este rango... y el color de esta radiación lumínica es el azul. El ADN no sólo puede resultar afectado por la radiación electromagnética de forma dañina, sino que también puede ser alterado en la dirección contraria con la radiación adecuada porque, en el fondo, para ello somos portadores de un microchip electrobiológico, un superconductor que toma la información electromagnética del ambiente, la almacena y después de codificarla puede también emitirla. Este hecho abre posibilidades desconocidas hasta ahora para la medicina. Porque con los dispositivos adecuados, igual que aplicamos corrientes electromagnéticas para ayudar a la recuperación de una lesión ósea o muscular, podemos actuar sobre el metabolismo celular y desarrollar nuevas terapias contra las enfermedades. Hasta la reparación de defectos genéticos sería posible sin los riesgos y los efectos secundarios de los procedimientos actuales.
El ADN tiene la capacidad de una comunicación a nivel cuántico que rompe las barreras del espacio y del tiempo y confirma la visión holística de un ser humano interrelacionado con todo y con todos. Los científicos rusos descubrieron con sus experimentos que la oscilación vibratoria de nuestro ADN puede causar patrones de perturbación en el vacío, produciendo así agujeros de gusano magnetizados, equivalentes microscópicos de las perturbaciones Einstein-Rosen formadas en las inmediaciones de los agujeros negros.
Los agujeros de gusano son considerados por la Física teórica como túneles que conectan áreas completamente diferentes del universo, a través de los cuales se puede transmitir información fuera del espacio y del tiempo. Pues bien, a través de los agujeros de gusano microscópicos, el ADN podría atraer información de más allá del vacío e incorporarla a nuestra conciencia. En la Naturaleza, la hipercomunicación se ha venido produciendo con éxito durante millones de años.
El comportamiento social de los insectos podría servirnos de prueba como bien recuerdan los científicos alemanes Grazyna Fosar y Franz Bludorf: cuando una hormiga reina es separada “espacialmente” de su colonia, la construcción continúa de acuerdo a lo planeado. Sin embargo, si se mata a la reina, se detiene todo el trabajo en la colonia. Ninguna hormiga sabe qué hacer. Aparentemente, la reina es la portadora de los planes de construcción y los envía incluso desde muy lejos, por medio de la conciencia grupal y el campo de resonancia mórfica. Ella puede estar tan lejos como quiera... en tanto esté viva.
En el hombre, tenemos ejemplos que hasta ahora han sido considerados, más o menos, anecdóticos y que podrían referirse a este tipo de hipercomunicación que normalmente es experimentada como inspiración o intuición. El químico ruso D. Mendeleyev aseguraba que había visto, en sueños, la clave para la organización de la tabla periódica de los elementos. El también químico F. Kekulé sostenía que había deducido la estructura hexagonal de la molécula del benceno después de soñar con una serpiente que se mordía la cola. I. Stravinsky escuchó en su cabeza, mientras dormía, La consagración de la primavera; G Tartini soñó su sonata El trino del diablo interpretada por el propio Satanás. Y fue un sacerdote asirio quien reveló, en sueños, al historiador H. Hilprecht, la traducción exacta de la inscripción cuneiforme de la llamada piedra de Nebuchadnezzar.
Cabe añadir que cuando la hipercomunicación tiene lugar en la célula, uno puede observar fenómenos especiales respecto al ADN. Los científicos rusos irradiaron muestras de ADN con luz láser en cámaras especiales. En la pantalla se formó un patrón de ondas típico. Y cuando retiraron la muestra de ADN, los patrones de onda no desaparecieron, sino que permanecieron. Ahora bien, muchos experimentos de control demostraron que el patrón seguía proviniendo de la muestra retirada, cuyo campo energético aparentemente subsistía por sí mismo. Este efecto fue denominado efecto del “ADN fantasma”. Se supone que la energía del espacio exterior y del tiempo todavía fluye a través de los agujeros de gusano, aún después de retirar el ADN como lo comenta V. Poponin, físico cuántico de origen ruso, reconocido en todo el mundo por sus estudios sobre las interacciones entre los campos electromagnéticos y los sistemas biológicos.
El Dr. Peter Gariaev es renombrado por su descubrimiento sobre el efecto fantasma del ADN y fundó las bases de la genética de ondas. Reuniendo un equipo de genetistas y lingüistas, combinó los modelos físicos de la memoria holográfica asociativa y los formalismos matemáticos, relacionándolos con los patrones de onda intrínsecos del ADN. Estos avances en la naturaleza de la morfogénesis hacen posible ver al genoma humano como una biocomputadora holográfica que genera ondas acústicas solitónicas y electromagnéticas (luz y sonido) para llevar información epigéntica (de codificación alternativa) en 4D, usada por biosistemas de autoorganización espacial y temporal. Es decir, este nuevo modelo de creación genética establece la primacía de la fuerza energética con su componente geométrico intrínseco, sobre la noción bioquímica en la actividad celular metabólica.
Esto implica que en ese acoplamiento, podría producirse una transmisión de información desde lo que hoy consideramos como el “vacío”. Se abre así todo un mundo de maravillas. De hecho, podría estar sucediendo que nuestro ADN estuviera recibiendo, desde el primer día, sus “instrucciones de montaje” desde más allá del espacio y del tiempo conocido, desde el vacío o más allá, si lo hay. Y a partir de esas instrucciones, la naturaleza holográfica del ADN iniciaría el proceso de organización.
Al pasar de los años, los científicos han visto que la relación del ancho y el largo de cada giro en la molécula del ADN están en el camino dorado, o sea, el ADN está buscando aproximarse a phi, quizá para generar mayor inclusividad armónica y crear mayor irradiación toroidal.
Recapitulando, el hombre se reproduce desde una célula original. El óvulo fecundado por el esperma se divide exponencialmente por la mitosis y pasa de 1 a 2, de 2 a 4, de 4 a 8, a 16, a 32, etc… hasta llegar, en un valor aproximado, al trillón de células que tiene el humano adulto. El humano se forma de 2 sustancias base: purina y pirimidina (hechas de carbón y nitrógeno) que al reaccionar con hidrógeno y oxígeno, se combinan y forman las cuatro “letras” del ADN: A, C, G y T (adenina, citosina, guanina y timina), que son los 4 ácidos nucleicos que se combinan en tripletes y organizan 64 codones. Los codones, a su vez, se combinan organizando proteínas y formando células, tejidos, órganos hasta integrar el cuerpo entero.
De las 64 combinaciones, sólo 20 funcionan o están activas, las otras 44 están inactivas. Pero esto cambia pues hay algunos niños y también personas adultas con 24 codones activos en el núcleo celular. Estos niños son llamados niños índigo, cristal, súper psíquicos, etc. Cabe mencionar que todos tenemos la posibilidad de activar el resto de nuestro ADN que está “dormido”, despertando a un mayor nivel de conciencia y permitiéndonos tener una vida interior más rica en posibilidades, accediendo a poderes “milagrosos” que son posibles gracias a que nuestra conciencia nos permite habitar un mayor nivel de fractalidad hacia el interior y hacia el exterior de nuestro mismo Ser.
Observamos un fractal dodecaédrico en la molécula del ADN, en una de las retículas planetarias y en los 12 signos zodiacales. Esta estructura tiene la función de crear embonación constructiva de ondas que succionan o implotan energía electromagnética para convertirla en fuerza gravitacional y “alimentar” de carga al ADN.